19 de marzo de 2013

El plan de empleo joven, ¿solución o continuidad?


La semana pasada el gobierno español presentó la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven. Se trata de un paquete de 15 medidas de choque, 85 a medio-largo plazo y unos 3.500 millones de euros de estímulo (el 32% de esos recursos provienen del Fondo Social Europeo) para combatir la alarmante tasa de paro juvenil, que supera de manera holgada el 50%. Personalmente, creo que el plan en sí tiene muchas sombras y pocas luces.

En primer lugar, nos encontramos con estímulos y programas formativos que buscan mejorar la cualificación y animar a aquellos que abandonaron prematuramente los estudios a retomarlos. En principio esto debería mejorar la empleabilidad de los jóvenes, dado que la relación entre paro y nivel de estudios es bastante importante.

FUENTE: Elaboración propia. Datos EPA (varios años)

Hay una serie de medidas encaminadas a favorecer el emprendimiento y el autoempleo y la creación de pymes y micropymes. Algunas buscan incentivar a los jóvenes para que empiecen algo por cuenta propia a partir del subsidio por desempleo. Por ejemplo, emplear el 100% de la prestación como capital social de toda sociedad mercantil de nueva creación, o percibir el paro durante nueve meses tras darse de alta en el régimen especial de trabajadores autónomos a los menores de 30 años.

En la línea de otras promovidas por el ejecutivo desde que llegó al poder hace algo más de un año, nos encontramos con alguna medida un tanto fantasiosa. Por ejemplo, la “mejora de la financiación para los autónomos y los emprendedores”. El crédito no fluye desde el sector privado y no parece que el panorama vaya a cambiar a corto plazo, de manera que salvo que el gobierno pretenda impulsarlo desde el sector público (y no va a ocurrir) este punto no creo que sea viable.

Y por último tenemos medidas continuistas, en la línea de otras adoptadas en anteriores reformas (y que tampoco funcionaron). En este punto nos encontramos con más bonificaciones a la contratación y a la transformación de contratos temporales en indefinidos, así como ampliaciones en la tipología de contratos.

Centrar las medidas en estímulos fiscales a corto plazo y en añadir nuevos contratos no parece lo adecuado, básicamente porque uno de los mayores problemas de nuestro mercado laboral parte de ahí: la dualidad. Es lo que suele conocerse como “trabajadores de primera” y “trabajadores de segunda”: los indefinidos y los temporales. Toda reforma que aspire a reforzar nuestro mercado laboral y a mejorar la situación de nuestra población activa debe acabar con esa dualidad. Como podemos ver en la gráfica inferior, nuestro país es el segundo de toda la Unión Europea en contratación temporal.

FUENTE: Elaboración propia. Datos EUROSTAT (2.011)

En cualquier caso, lo cierto es que la tasa ha bajado bastante desde que comenzó la crisis (en el 2.006 superaba el 34%, triplicábamos la media de la UE), aunque no se debe a que esos contratos se hayan convertido en indefinidos: lo que ha ocurrido es que la mayor parte de esos trabajadores temporales se han ido a la calle. El crecimiento económico español se sustentaba en sectores de baja cualificación y de bajo valor añadido (como la construcción o el turismo) donde prima la temporalidad (y la baja productividad, ya puestos). Una tipología de contratos amplia y una legislación laxa favoreció la generalización de estos contratos incluso más allá de estos campos, cubriéndose puestos indefinidos con contratos temporales, llevando a millones de trabajadores (sobre todo jóvenes) a saltar de contrato en contrato y de puesto de trabajo en puesto de trabajo. Este modelo laboral y productivo genera un desajuste enorme entre oferta y demanda: tenemos a la generación de jóvenes más preparada sobrecualificada, empleada en actividades que requieren de un menor nivel de formación. La pérdida en capital humano es enorme (nuestros cerebros han comenzado a emigrar) y la tasa de retorno de la inversión pública en educación es mínima.

La gran mayoría de estas medidas parten de un mal diagnóstico de nuestra “enfermedad”. El problema que sufre el mercado laboral español no es coyuntural, es estructural. Cuando España atraviesa una época de vacas gordas tenemos una tasa de paro semejante a la de otras potencias europeas en recesión. Y cuando el ciclo económico desciende expulsamos trabajadores al paro a un ritmo mucho mayor que otras economías, lo cual nos lleva a tasas de desempleo tan elevadas como la que padecemos hoy o la que sufrimos a mediados de los años 1.990. Nuestro problema se encuentra en la base del mercado laboral y no en un problema puntual de demanda (aunque también influye, lógicamente), por lo que toda medida que pretenda solucionar de verdad el problema debe atajarlo de raíz y no aplicar un parche sobre otro. 

El desempleo estructural, que es aquel que se debe a un desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo, es el principal lastre que arrastra nuestro sistema económico. Debemos impulsar una reforma estructural en nuestro mercado laboral y en nuestro modelo productivo, y debe partir de una simplificación en la tipología de contratos, una mayor inversión en ciencia y tecnología y el abandono del modelo PYME y MICROPYME para favorecer la expansión y la creación de empresas de mayor tamaño en sectores de mayor productividad y competitividad. La idea es reforzar nuestra estructura económica, ya que de lo contrario en el futuro al mínimo vaivén volveremos a generar una espiral de paro, déficit y desigualdad social. Por no hablar de las dificultadas que suponen estos modelos para logran un crecimiento económico sostenido, estable, y no sujeto a procesos de inflación de activos (como nuestra burbuja inmobiliaria). Debemos aprender de nuestros errores. O, mejor dicho, el gobierno debe aprender de los suyos.


1 de marzo de 2013

El déficit español, ¿por debajo del 7%?


Uno de los mayores “logros” del gobierno español, de acuerdo con lo que pudimos escuchar la semana pasada en el debate sobre el estado de la nación, fue una nada desdeñable reducción en el déficit público, que cerraría el año 2.012 en torno al 7% del PIB. Sin embargo, ¿qué tiene de real esa cifra?


Los datos publicados por la Comisión Europea nos muestran un resultado bien distinto: la cifra de déficit se eleva hasta el 10,2%. ¿De dónde salen esos más de 3 puntos de diferencia? Muy sencillo, de una pequeña trampa contable: el gobierno no ha computado el impacto del rescate financiero, tal y como aseguran desde Bruselas. La cifra dada por el ejecutivo, no obstante, deberá ser estudiada por Eurostat, aunque todo hace presagiar que el dato real se situará por encima del 7%.


De cualquier modo, aún descontando esos 3 puntos, España no ha cumplido con el objetivo de déficit fijado por Bruselas en el 6,3% del PIB. Cumplir con las metas marcadas por Europa era una de las mayores promesas del Partido Popular. Por descontado, hay que tener en cuenta que ese objetivo ha sido modificado en dos ocasiones; cuando llegó Rajoy a la Moncloa estaba en el 4,4%, y subir ese listón traía como condición un importante paquete de medidas: recortes, subida del IVA, supresión de una paga extra a funcionarios…

Ahora que seguimos a la deriva y se confirma ese desvío en el camino marcado hacia la consolidación fiscal, cabe preguntarse: ¿habrá más ajustes durante el año 2.013? De momento nos encontramos con el silencio por respuesta.